Noche. La casa número 14 del condominio de la calle sin nombre, dice que no es un mal día para quedárse despierto. Miras por la ventana y te das cuenta que los perros mientras se pelean y hacen bulla, por sus ladridos, son el gran motivo por el cual te quedarás despierto hoy. Aparecen más excusas, la vecina que le grita a su marido por llegar tarde y sabe él que más. El bebé de tu amiga que no para de llorar porque, como casi todos los niños del mundo, llora por la noche sin saber que al siguiente día o a las horas tiene, su mamá, que ir a trabajar porque es madre soltera y no tiene quién la ayude a mantenerlo. Los amigos de tu hermano que se paran cada madrugada en la esquina para joder a cualquier persona que pase mientras se emborrachan con un ronaldo que más parece tiner que otra cosa, porque no tienen dinero para más. La señora del piso de abajo que acaba de cumplir su primer aniversario de casada y quiere innovar algunos movimientos pasionales para impresionsar, te siguen diciendo que tienes muchas cosas por qué escribir y por qué pensar. Pero volteas y te fijas en tu esposa que duerme tranquilamente, la despiertas y le dices que la amas solo para que no termines algún día despierto, pero molesto, después de pelearte con ella como perros. Despiero, por el grito que te mandó por llegar tarde después de un supuesto juego de póquer con tus amigos. Despierto, por querer saber cómo y dónde está tu hijo que se tuvo que quedar con su mamá por que te ganó la custodia. Despierto, porque te quedaste con los amigos de tu hermano, y por qué no con tu hermano, en una borrachera interminable hasta no sé qué hora, o despierto por que hoy cumplirías un año de casado y te gustaría estar con ella pero la perdiste por que te importaron más los demás.
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